lunes, 18 de julio de 2016

Camino de imperfección



Tras Fundido en negro (Premio Hermanos Argensola, en la desaparecida DVD Ediciones, 2007) y Frecuencias (Premio Ciudad de Burgos, Visor, 2012), el zaragozano Jesús Jiménez Domínguez publica Contra las cosas redondas. En mi opinión, y quien me conozca sabrá que solo suelo ocuparme de lo que merece la pena, se trata de uno de los libros de poesía española más destacables en lo que va de año. Con un verso que rehúye lo enfático pero que fluye armónico (más algún estupendo texto en prosa), Jiménez Domínguez consigue un equilibrio difícil de alcanzar y muy natural, valga la paradoja, cuando se nos ofrece, como la belleza desnuda: esta lírica entre narración y epifanía, entre observación e imaginación, que emociona y se dirige también a la inteligencia. No hay aquí irracionalismo sino apertura a la realidad distinta que es la poesía. Las composiciones excelentes son muchas, y recorren lugares, museos, hoteles; se ocupan de Rimbaud o Byron; tratan de los padres, de la muerte, de la preservación de la vida mediante el arte. Hay incluso un bellísimo y delicado pastiche oriental, “Consejos para la extracción y conservación de sombras a partir de los más variados objetos” –con gotas de esencias de Borges, Foxá, Gray o Pérez Estrada, que cada cual encuentre aromas según sus afinidades–.
 
En “Helada”, el poeta disecciona la vida y la escritura, subrayando lo paradójico de ambas: “Incluso aquí dentro, al amparo tibio de la piel, / la vida es una rara expedición repleta de burocracia: / la sangre del ventrículo izquierdo, en misión secreta, / a escondidas siempre de la luz, debe dar la vuelta al cuerpo / para alcanzar, aquí al lado, el lejano ventrílocuo opuesto. / La poesía: una mitad del corazón convierte / en tinta la sangre que la otra mitad le envió.”

Otros poemas destacables son “El escriba sentado”, “Campo visual”, “Desguace”, “La caída en desgracia”, “Interrogatorio”, “Efectos y causas”, “Bodegón” (al que sigue un más débil e igualmente pictórico “La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp”)… A menudo Jiménez Domínguez engasta frases lapidarias, certerísimas, en sus versos, como sucede en “La máquina del tiempo”: “Memoria, eres el trasto sin garantía que la nostalgia / nos vendió en la feria de los milagros y no funcionas bien.” También sabe manejar el humor irreverente, sin perder exactitud y exigencia aunque la fórmula sea manida y ya saqueada por otros: “Poesía, no soy digno de que entres en mi página, / pero una metáfora tuya bastará para sanarme.”

En el poema cuyo título adopta Contra las cosas redondas hay una declaración de principios, en prosaica confesión de tener los pies en el suelo frente a la consabida música de las esferas y sublimidades varias que en algunos poetas, a fuerza de repetirlas, resultan ser de garrafón. Este canto a lo imperfecto constituye el lema del libro: “Ante las formas esféricas opongo las cosas informes. / Elijo las imperfectas, las imprecisas, las irregulares. / Aquellas llenas de taras, de abolladuras o de dobleces. / Hermosas y singulares, sin plegarse a ningún centro, / solo ellas permanecen y nos acompañan siempre.”

Con poemas en general de mediana extensión con tendencia al alejandrino o a versos largos con cesura (a los que la faja de la tipografía disimula) y en los que cabe el asombro, la brillantez expresiva, las imágenes y metáforas poderosas, Jiménez Domínguez ha reunido treinta y cinco poemas bajo la marcada arquitectura de cinco partes, con siete poemas cada una, a las que dan nombre las preposiciones “ante”, “bajo”, cabe”, “con”, “contra”. Utilizando la última de la serie, que aquí no aparece, “tras” la cubierta de este pequeño volumen hay no pocas páginas dignas de recomendación.

ANTONIO RIVERO TARAVILLO
Estado Crítico, 11/07/2016

lunes, 4 de julio de 2016

Jesús Jiménez Domínguez ilumina la realidad con sus poemas



























Jesús Jiménez Domínguez hace una poesía engañosamente accesible. Pero a nada que el lector se adentra en sus versos, cuyo lenguaje preciso y depurado da una sensación de fácil composición, queda claro que la suya está muy lejos de ser una poesía corriente.

Contra las cosas redondas, pulcramente editado por La Bella Varsovia, supone toda una manera de entender el mundo. Y aunque el poeta se confiese en algún momento abrumado --"Sí, me rindo: resulta complicado / sorprender a la realidad en un renuncio", comienza uno de sus poemas--, finalmente encuentra la herramienta más adecuada para ello: "Poesía, no soy digno de que entres en mi página, / pero una metáfora tuya bastará para sanarme", concluye ese mismo poema.

A pesar de que el libro está perfectamente ordenado en cinco partes, sus poemas podrían dividirse en dos grandes grupos: los descriptivos y los narrativos. En los primeros, Jiménez parte a menudo de la observación de un momento trivial, que amplifica a través de sus versos, e incluso incluye alguna observación moral. Algunos de los poemas narrativos adoptan la forma de prosa, y son efectivamente cuentos en los que el autor mezcla por igual imaginación y lirismo con buen pulso. La introducción casi por sorpresa de elementos cotidianos rebaja el riesgo de caer en la trascendencia.

Los versos de Jesús Jiménez son largos, y de esta forma tiene oportunidad de desarrollar amplias metáforas que iluminan los poemas: "Poesía. la alumna aventajada de la luz", define en cierto momento. Predomina un tono de contemplación plena e incluso gozosa, aunque también hay resquicios para el dolor, en esos momentos en que se evoca la primera infancia. Pero en resumen, ha escrito un libro a cuyos poemas apetece irse a vivir. 

MIGUEL ÁNGEL ORDOVÁS